15 de diciembre de 2008

Siete años en el Tíbet

 

nieveaitana

 

Siempre me congela la sorpresa del invierno que, a pesar de cambios climáticos y protocolos de Kyoto, viene estos últimos años antes de lo previsto.

 

Musafir recibe el viento del norte; seco, entumecedor; casi como una tarjeta de presentación del mal tiempo que así se autoinvita.

 

Como siempre, (le dicen los mayores del lugar), que no se recuerda tanto frío en esta costa templada. Que diciembre siempre ha sido aquí, incluso, mes de segunda floración del rosal; y que el hecho de que florezca la hiedra también en diciembre ya era algo que sólo sorprende a los urbanitas de capital.

Pero Musafir, un año más, está de celebración. Esto me lo cuenta junto al paseo marítimo, encogidos los dos bajo el manto cálido de nuestros abrigos. Hasta la bufanda de chillones colorines que le regalaron en un absurdo juego del "amigo invisible" años atrás está hoy contenta de ceñirse al cuello de Musafir.

 

Cerca del mar; de nuevo. Embravecido por la tramontana; Recordando otros vientos; y otros mares... acaso otras montañas nevadas, como la preciosa estampa que nos muestra  nuestra sierra, completamente nevada, y que se ve hoy desde la playa.

 

-¿Cuánto hace ya, Musafir? -le pregunto.

Musafir se levanta el cuello del abrigo y se encoge de hombros.

-¿Ves la montaña?, me inquiere. -Este año, ya es la segunda vez que la veo nevada. Y aún no ha empezado el verdadero invierno.

Hace años, estuve lejos. País montañoso también; pero no tenía mar. Ellos no disfrutaban de esta maravilla. A pesar de que la nieve era allí más habitual -¿entiendes?

 

Callo completamente. No descifro el mensaje de Musafir.

Pausadamente, caminado frente a la playa, en silencio, y sin un alma a la vista. Ni las gaviotas revolotean sobre la espuma del agitado mar.

 

Por fin, tras un largo silencio, Musafir empieza a hablar:

 

-Fue un año blanco; (morado y blanco, diría). Vamos, otro invierno frío y helador.

El techo del mundo lo llaman, muchacho; el techo del mundo. Me preguntarás, (seguro), ¿qué narices hace un marinero en lo alto de una montaña?

 

Yo, remetidas ya en mis bolsillos las manos adormecidas por el viento, no me atrevo a preguntar, en cualquier caso, y aguardo a que Musafir me saque de dudas:

 

-¿Sabes qué se siente cuando llegas a un país donde literalmente, se toca el cielo?

¿Acaso puedes comprender lo que le cuesta a un hombre relamido por años de mar, alcanzar siquiera una loma?

Amigo mío; eso es el Nirvana. Y yo estuve allí. Aunque no buscara a los lamas tibetanos, ni viera de cerca a los yaks peludos.

 

-Me quedo a cuadros. Pero, ¿cuando ha estado Musafir en el Himalaya?, -me pregunto con total extrañeza para adentro.

Esta historia... ¿acaso es real?; dudo; pero callo de nuevo.

 

Musafir sigue con su soliloquio:

 

-No pretendo que me creas, compañero. ¿Me preguntas cuánto hace ya?...

Y yo sólo veo el color naranja de los atuendos de esos lamas... que no llegué a ver en persona.

Naranja, ¿entiendes?

 

-Pues no; no entiendo nada Musafir. -Acierto a pronunciar, entre el desconcierto que me invade completamente.

 

Siete años, muchacho. Siete años en el Tíbet. Allí donde sus habitantes tocan el cielo con los dedos; teocracia de lamas naranjas, a pesar del yugo del rojo comunista de los chinos.

Pero eso es en Lhasa, la capital.

Mis recuerdos son de otra parte del país:

Aquella puerta; la cabaña; el fuego revitalizador; la leche de yak caliente en mis manos arrugadas...

Unos niños con la cara tiznada de ceniza. Apenas nada... salvo su hospitalidad; y su sonrisa.

Que no entendía nada, al principio, de lo que me decían... y qué rápido aprende uno cuando está a gusto. Mi hogar en las montañas; la noche más cercana a las estrellas que nunca haya visto: cielo negro absoluto.

¡Dame un regalo mejor!, muchacho, si puedes; -me exhorta con voz grave, mientras prosigue:

 

-Tanto caminar... tantos pares de botas reventados; tantos kilómetros de sendas pedregosas, y millas interminables de mares encrespados... Y allí estaba yo. Dándole sentido a mi búsqueda. Dando comienzo, en realidad, a mi viaje.

Tierra dura, pelada, enjuta como la carne seca de cabra; congelada las más de las veces. Donde a pesar de todas las injusticias del mundo, descubrí junto a sus moradores, cómo se puede, humildemente, vivir felices.

Allí estuve. Allí sigo, de algún modo.

 

No me atrevo a comentar las palabras solemnes y sinceras de Musafir. No me deja ni el aire frío, ni mi perplejidad. Pero seguro que algo de esto pasó... a su manera.

Hace un rato que hemos dejado la playa, y nos resguardamos por una calle, tierra adentro. Me paro frente a un escaparate; la pastelería del barrio. Un enorme aparador repleto de pasteles invita, con este frío, a entrar y probarlos.

 

Entramos, ¿Musafir? si hoy hace siete años de lo que me has contado, bueno será celebrarlo, ¿no?

-Me mira, y apenas con un gesto, me da la aprobación.

Abrimos la puerta con cara de niños, devorando con las miradas los pastelitos.

-Ese, ese, -me dice con determinación Musafir, mientras clava sus ojos en un enorme brownie de chocolate con nueces...

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

11 de octubre de 2008

Nieve en el corazón

nieve_corazon


Discover Placa Luminosa!



Unddur hadihi assura!

¡Mira esta foto!, le dijo en algo parecido a la lengua árabe la mujer.

El pobre muchacho no tenía ni idea de lo que la adivina le estaba diciendo.

La mujer llevaba un atuendo de lo más vistoso: el pelo largo, negro, ensortijado. Cubierto por un pañuelo violeta cosido a innumerables moneditas y medallitas plateadas las unas; doradas las otras.

Vestido liviano, de gasas semitransparentes, coloridas, que de tantas capas que llevaba parecía que la señora estuviera hecha de cera de abeja.

El chico tenía pinta de ejecutivo ojeroso trasnochado; de esos que llevan aún las zapatillas de deporte de un blanco inmaculado bajo un no menos impoluto traje de armani. Las evidentes ojeras de los ojos se los supondremos de no dormir. (En esta ciudad es políticamente incorrecto señalar como causa del insomnio a otro tipo de "nieve", que no sea exclusivamente la que cae del cielo). Y más si el no dormir, es la causa del fulminante éxito económico de sus habitantes.

Y allí estaban los dos, sentados en un pequeño aparador, en aquella esquina, junto al zarrapastroso mendigo que recogía cartones del contenedor, (luego dicen que este país no recicla), y al lado del vendedor callejero de shawarmas que despachaba varias de ellas, hablando en urdu, a dos chicas jóvenes.

¡Entonces, qué es lo que ves, bruja?

-¿Bruja?, ¿Lo dices en tono despectivo?. ¿Tú piensas que porque vaya así vestida, no tengo la misma categoría que los tuyos? ¡Engreídos occidentales!; ¡rubios, blancos y... jodidamente humillantes con todos los que son diferentes!

El joven personaje, algo espeso y contrariado, rectifica y se disculpa:

-Lo siento, "señora". Es que no estoy acostumbrado a bajar a la calle para que me lean el futuro... (ehem).

-Ya lo sé, hijo. Ya lo sé. Pero una tiene que hacer valer sus derechos. ¿No es este un país libre?. Bueno...

La pitonisa se muerde también la lengua, ante el jugoso olor del dinero que le espera por apenas unos veinte minutos de palabras...; siempre son palabras huecas; nadie en la ciudad vertical parece estar realmente interesado en el contenido de las predicciones; y ella tampoco suele porfundizar más.

-¿Qué quieres saber, muchacho?

Y el chico le muestra de nuevo la pequeña foto que provocó el asombro de la adivina, mientras le mira fijamente a los ojos.

-¿Qué ves, señora? ¿Tengo buen porvenir?

La mujer toma la foto, echa un vistazo rápido, la soba entre sus manos, cierra los ojos, y empieza a soltar su letanía ya desgastada por la rutina:

-Veo una persona ilusionada; transparente. Tendrás éxito en los negocios; buena salud y...

En ese momento la adivinadora medio abre el ojillo, y descubre que el chaval está con la cabeza levantada, y los ojos perdidos en no se sabe dónde.

Aprovechando esta ausencia del chico, se fija un poco más en la foto, y empieza a cambiar el tono de su voz:

Veo..., veo desconfianza.

Mirada perdida también. Confusión.

La mujer, entra en trance, y ya no puede detener que salgan sus palabras de manera casi automática:

Hay una playa; Mucha humedad; El sol se está poniendo.

No veo sus ojos; Ahora sí; Ya sabes de quién hablo, ¿no?

El horizonte; pero, ¿por qué mira al horizonte? Siempre mira a lo lejos. No viene de frente. Cuidado chaval, cuidado.

Ahora te veo a ti, echado en la nieve.

Eso no es agua; No, no me des licor, ¡no lo soporto! Me pongo muy tonta...

¡Hace un frío del diablo! Te vas a mojar completamente. Pero el calor te quemará, te lo aseguro.

Todas tus fotos, amigo; Hay una mujer de pelo negro que está viendo todas tus fotos. Y no está en tu casa. Es una casa de campo. Hace poco que había llovido y por eso el monte está precioso. Están celebrando una fiesta de cumpleaños.

Veo la misma foto. Esta que me has traído. La mujer del pelo negro te dice algo acerca de la foto. Y tú te pones triste.

Distancia; lejanía. Promesas de un sufrimiento futuro... No confíes, no confíes...

Amigo, lo único que me parece inofensivo en esta visión es la infusión de tomillo que te han preparado. (Con todo lo que tú y yo sabemos que te metes...)

¡Menudo desgraciado!...

¿Pero tú no querías saber cómo van a ir tus negocios?. Tú que sabes tanto de finanzas, te vas a quedar en números rojos. De ira; de daño. El corazón... ya sabes.

Aunque yo iría sacando también el dinero. ¿No dicen que hay crisis mundial? Broker, tú y los que son como tú habéis contaminado la banca mundial. Y yo no leo esa prensa económica infumable para darme cuenta de las cosas...

El joven está desconcertado. Perplejo observa los gestos en el aire de la señora que sigue con los ojos cerrados. Parece que dibuje objetos; que señale en el vacío.

¿Debo sacar mis inversiones de la Bolsa?, ¿díme? ¿Estoy seguro?, ¿estoy a salvo? ¿Hay algo más que deba saber...?

El hombre aparentemente está más interesado en el olor de todos sus billetes, que en el dolor de su cuerpo; o la pena de su alma.

La adivina vuelve en sí; respira profundamente, y después de recomponerse el pañuelo, toma de la manos al pobre chico, que la está mirando fijamente.

-Tú no puedes engañarme, muchacho. Ya sé lo que te preocupa. Cuando este temporal amaine, seguirá quedándote más que suficiente para meterte tu mierda blanca por la mañana. Pero el alma no se cura con nieve blanca, ni con billetes verdes.

¿Para qué has venido, muchacho? Nadie me había descolocado tanto como tú.

El chico está visiblemente alterado, y no abre la boca.

¿No hablas?. Claro. Qué vas a decir tú. Yo te lo diré. Tú ya lo sabes. Sólo buscabas a alguien que te confirmara lo que ya conoces...

¿Qué quieres que te diga yo? Una pobre gitana de Europa del Este, abandonada y maltratada por su marido... malviviendo en esta ciudad; que apenas habla bien "tu idioma" como decís en todas vuestras patéticas películas...

Solo puedo decir que tu cuerpo y tu alma no están a salvo de esta crisis. No mires a las oficinas, allá arriba, en esos edificios-fachada. ¿No te has dado cuenta? Están tan huecos como tu corazón. Y eso no lo arregla ya la Reserva Federal ni el Banco Central Europeo...

La crisis que tú padeces no te la arregla las juergas nocturnas que te pegas. Me da igual si devoras corbatas o faldas rebozadas en polvo blanco cada noche, antes de entrar en tu oficina. Pero tu corazón está en grave peligro. El del cuerpo y el del alma. Tú mismo...

Yo te diría que para sanar el corazón de tu cuerpo dejes de "esquiar" tanto por la noche; ya me entiendes...

Y para el alma, no se me ocurre remedio fácil.

La mujer se enciende un enorme puro, y mientras va prendiéndolo, toma la foto que el chico le dio al principio.

-Mira, para empezar, te voy a quitar un peso de encima, quemando por ti esta asquerosa foto. La tienes tan manoseada, que ya apenas se os distingue en ella. Esto seguro que empieza a aliviarte. Lo que te dijo la mujer del pelo negro, en aquella casa de campo, era cierto: ¿ves esta mirada, en la foto?

Sí... suspira el joven.

¡Anda que...! -vocifera entre dientes la mujer.

Esta sonrisa y esta mirada, son tan falsas como las acciones de tu empresa. Y es lo que te ha perdido durante todo este tiempo. Que no te digo yo lo que te harían, por cierto, tus hermanos blancos, esos, esos, ... cegados por no sé qué cosas de la fe y el "orden natural del mundo..." si te vieran así, como sales en esta foto... me entiendes, ¿no?.

No te avergüences... ¡lo que me faltaba por ver!. Tú, como yo, somos personas... ¡estáte orgulloso, amigo!

¡Si es que...! Al carajo con las libertades civiles de las personas! Eso debe estar pensando por lo bajo el presidente de esta nación... menuda nación. ¡Hipócritas...! Pero tú no te amedrentes, ¿eh?

Bueno, por lo menos, vamos a empezar eliminando traumas.

Y con el mechero, la adivina prende la foto, que se consume en unos segundos, ante la mirada entre pensativa y melancólica del chaval.

Anda, ¡márchate ya, muchacho!. Y reflexiona. Ordena tus ideas. Yo creo que podrás salir de esta. Quiero verte por aquí cuando todo acabe.

¡Eh!, pero antes págame, no te olvides... que solo de aire contaminado una no puede vivir en esta maldita ciudad... ¡jajaja!

El hombre saca de su billetera un enorme fajo de billetes; tiernos; huelen a tinta todavía. Y se los deja encima de la mesita a la pitonisa.

Espero volverte a ver, señora. -Dice el chico, algo más tranquilo, y visiblemente emocionado.

-Nos veremos, descuida.

Se hizo de noche en la ciudad;

Arriba, sobre las fachadas tan falsas de cristal tan falso como el vidrio de plástico, en los edificios más falsos de la ciudad más falsa..., una enorme pantalla plana vomita continuamente anuncios de todo tipo de productos: unos cuidan de tu línea; otros describen las virtudes de un nuevo terminal de teléfono móvil... Y por el margen inferior, una línea continua de números y letras, en rojo, va discurriendo rápidamente, desangrándose de derecha a izquierda, casi en un código sólo comprensible por los brokers que demabulan, abajo en la calle, preocupados por el olor a polvo de nieve que intoxica sus corazones... y el color del papel magreado de su dinero.

La pitonisa recuenta lo recaudado del día; y el vendedor de shawarmas hace lo propio.

Parece que a pesar de todo, el olor verde venenoso del dinero sigue vivo en el aire rancio y viciado de esta ciudad.

10 de septiembre de 2008

Abrazo Redondo

arenaazul 

 

 


Discover Cristina Branco!

 

 

El origen del mito

Escuchó Musafir decir alguna vez a un antiguo pensador clásico que los seres humanos no fueron siempre como ahora, es decir: bípedos, erguidos, con dos brazos y dos piernas, una cabeza en lo alto mirando al frente, y una pequeña cicatriz circular en el abdomen, a modo de remate de la piel, o sea, el ombligo.

Que antes de la invención del tiempo, los dioses habían pensado en qué tipo de criaturas iban a crear para que pudieran luego levantarles los más hermosos templos y adorarles con total devoción.

Creían estas divinidades, no sin razón, que cuanto más felices estuvieran estas criaturas inferiores, más satisfacción hallarían éstas en lo tocante a rituales, sacrificios y adoración hacia sus padres creadores.

Y así fue el origen de los primeros a ser llamados humanos. Esferas casi perfectas, seres redondos cuyos costados y espaldas formaban un círculo; estaban dotados de dos rostros sobre un cuello circular en una misma cabeza pensante; cuatro extremidades inferiores enfrentadas dos a dos; así como también otros dos pares de brazos entrelazados como una planta trepadora, y dos pares de orejas. El género de estos seres primigenios descansaba, igualmente, unido por el bajo vientre en grupos de dos órganos sexuales por cada individuo, cuyas combinaciones naturales eran tres: tanto masculino-femenino, como masculino-masculino e incluso femenino-femenino.

Hace tanto tiempo desde que Musafir compartiera diván y banquete con este pensador de la Grecia Clásica, en aquel momento de esta narración casi fantástica, que casi se olvida de cómo serían entonces esas combinaciones dos a dos entre los hombres del primer momento, y cómo conseguían caminar.

Recordó Musafir entonces el nombre del filósofo griego, Aristófanes, y también el final del mito:

Caminaban en posición erecta como ahora, hacia delante o hacia atrás, según desearan; pero cuando querían correr con rapidez daban una vuelta de campana haciendo girar sus piernas hasta caer en posición vertical y, como eran entonces ocho los miembros en que se apoyaba, avanzaban dando vueltas sobre todos ellos a gran velocidad. Eran, pues, seres terribles por su vigor y su fuerza.

 

La soberbia del hombre y el castigo de los dioses

Dice el pensador griego que tan grande fue en un momento dado su arrogancia y soberbia, que se cansaron de adorar a los dioses. Se sentían en verdad tan superiores que quisieron rebelarse contra sus creadores y atacarlos con el ánimo casi de suplantar su poder. Pero el dios supremo del Olimpo, Zeus, se enteró de estos planes. Y a pesar de toda la pena que le dio, no tuvo otra manera mejor de controlar a los hombres que quitarles parte de su fuerza. Así, por la misma razón que antes los había hecho felices, ahora sabrían los hombres lo que es añorar parte de su ser.

Decidió cortarlos en dos mitades, de forma que se sintiesen por sí solos incompletos. Les hizo padecer la desesperación permanente en cada uno de buscar la otra parte que los completara, y que a pesar de la búsqueda, no encontrarían jamás. La condena consistió en añorar la otra mitad, de modo que ni el abrazo de los cuerpos pudiera recuperar la unidad original. Muchos acabaron muriendo de hambre e inanición general por no hacer nada los unos separados de los otros. Y aún muchos más se desesperaron en un abrazo fatal con aquella que incautamente creían de manera inútil como su parte complementaria.

 

El mito, hoy en día

Muchos siglos han pasado ya desde que Musafir conociera este mito. Pero lo cierto es que, hoy como entonces, hombres y mujeres, hombres con hombres, y mujeres con mujeres, buscan siempre a la otra mitad, intentando quizás rememorar aquella narración clásica; buscando tal vez aquella mitad que ancestralmente se ha grabado en su memoria, y que es la que los apacigua y les da felicidad plena.

Mucho han cambiado las cosas desde el tiempo de Platón, reflexiona en voz alta Musafir. Y no sin razón, me argumenta que en la sociedad de hoy en día, este mito no tendría cabida; que el trasfondo de castigo no sería asumido con tanta naturalidad por los contemporáneos de hoy. Que ahora se acepta con mayor naturalidad que un hombre ame a una mujer, o una mujer a otra, e incluso un hombre a otro, sin crear un gran conflicto social más allá de dogmas religiosos procedentes aún del pasado.

En eso, estoy de acuerdo con Musafir.

 

El escepticismo de Musafir

Curioso mito, me comenta Musafir, mientras desempolva un más que desgastado librillo: "El Banquete", de Platón.

El mes de agosto ya se extinguió, pero el calor de "Lorenzo" aún lame la piel del más osado, sobre todo a mediodía.

Dice Musafir que a pesar de haber estado en la antigua Grecia, no cree en las historias más o menos fantásticas que intentaban explicar por un lado los fenómenos físicos en general, como de comportamiento humano en particular por el otro.

Le respondo que no desdeñe así estas historias. Quizás se sorprendiera Musafir si hubiera observado la escena que presencié yo hace varios días y que más adelante esbozaré un poco.

Es curioso, siempre suele ser Musafir quien intenta convencerme de que sus vivencias son totalmente reales... cuando para mí, muchas de ellas no son más que el fruto de sus ensoñaciones de caminante sin rumbo fijo. (Pero esto no se lo diré a él, no sea que se enfade conmigo).

 

Lo que Musafir no ha visto

Tan solo añadiré en referencia a este asunto que yo mismo he sido siempre muy escéptico en cuanto a tomarse los mitos clásicos al pie de la letra...

Pero mi rigidez casi dogmática cambió hace apenas varias jornadas:

 

Noche de mar y cielo de constelaciones. La civilización no ha podido todavía morder con sus fauces envenenadas este pedazo de tierra.

En este escenario, dos figuras humanas, recortadas bajo la noche, unidas en abrazo profundo, durante más tiempo del que tarda Sirio en recorrer el firmamento nocturno.

Erguidas, como dice el mito; de pie. Inmóviles. Ignorando la sal y la arena que humedece sus pies. Cuatro piernas; y cuatro brazos... que así todos juntos formaban una esfera, redonda, unida. Como temiendo que el tiempo se pudiera desvanecer si se soltaran. No quisieron separarse ni para tomar aire... hasta que casi amaneció y la luz y el cansancio los hizo volver en sí.

 

Si le hubiéramos quitado a la escena los dos mil quinientos años que la separan del mito que narró Aristófanes, nadie habría dudado que estaban representándolo de nuevo.

Dos milenios y medio de distancia... y nosotros, pobres mortales insignificantes, seguimos representando los mismos mitos que nuestros antepasado clásicos nos legaron. Llevamos la cultura mediterránea incrustrada en nuestra mente; a base de fuego, aire, tierra y agua...

 

En conclusión...

Yo sólo pude observar la dulce escena. Y levantar la mirada al cielo negro, limpio de luces superfluas. Quizás buscaba en ese tal "Zeus" una respuesta. O una sonrisa cómplice... no sé. Una señal que me indicara que los dioses estaban observando la debilidad de los hombres, una vez más. Como lo han hecho durante miles de años...

Musafir no fue testigo esta vez de su propio relato...

Por esta vez, lo fui yo. Y fue real. (O eso creo, si mis ojos no me engañan)

Pero, ¿acaso puede uno ya confiar en lo que ven sus imperfectos ojos de humano?

Quién sabe...

13 de agosto de 2008

Volar...

 

 

Hegal egiten. (Itoiz)

Neukan guzti zen amets bat, amets bat,
beti egoten nintzen
haren bizita zai (Bis)
Ai! ene ama euriak eta baso ilunak
seinalatzen zizkidanez
ez, ez dira etorriko inoiz
Etzazu holako ametsik egin ez
Mantzo zihoan denbora niretzat
lehioak jarrita euriari begira
eta jendeak zion: "mutil horrek
amets bat bakarrik dauka"

Baina egun bate esnatzerakoan
txantxangorri bat ikusi nuen gelan
ta gero beste beste bat eta beste bat
inguratua nengoen ...

OH TXANTXANGORRIAK
GELAKO SAPAIAN
GELAKO SAPAIAN
OH TXANTXANGORRIAK
GELAKO SAPAIAN

Orain herritik mutil bat falta da
ez dago inor bere etxeko lehioan
baso ilunetan dabil hegaletan
txantxangorriak bezala
Orain ba du bihotz nimino bat
eta bi hegal bi hegal euriz bustiak
Bularra du ere gorri kolorekoa eta
eta txantxangorria da

TXANTXANGORRIA NAIZ
BASO ILUNETAN
BETE ZAIT AMETSA
BASO ILUNETAN
TXANTXANGORRIA NAIZ
BASO ILUNETAN
BETE ZAIT AMETSA
TXANTXANGORRIA NAIZ
TXANTXANGORRIA NAIZ
HEGAL EGITEN HEGAL EGITEN
HEGAL EGITEN

 

Traducción al castellano

Todo lo que yo tenia era un sueño, un sueño,
siempre estaba
a la espera de su visita (bis)
¡Ay! como la madre lluvia y el bosque oscuro
me señalaban
no, no vendrán nunca
No te crees sueños como esos
El tiempo transcurría lento para mi
en la ventana mirando la lluvia
y la gente decía “ese chico
solo tiene un sueño”

Pero un día al despertarme
vi un petirrojo en la habitación
y luego otro y luego otro
estaba rodeado…

Oh los petirrojos
en el techo de la habitación
en el techo de la habitación
oh los petirrojos
en el techo de la habitación

Ahora en el pueblo falta un chico
no hay nadie en la ventana de su casa
esta volando en los bosques oscuros
como los petirrojos
ahora ya tiene un corazón pequeñito 
y dos alas, dos alas mojadas de lluvia
Tiene el pecho de color de rojo
y es un petirrojo

Soy un petirrojo 
en los bosques oscuros
se ha cumplido mi sueño 
en los bosques oscuros 
Soy un petirrojo  
en los bosques oscuros 
se ha cumplido mi sueño 
Soy un petirrojo

Soy un petirrojo

Volar, volar volar....

***

 

Ni se acuerda Musafir del tiempo que hace que escuchó esta canción del afamado grupo de pop-rock en euskera, Itoiz.

Ni de lo que tardó en entender la letra, enfrascado como estaba por entonces en aprender la lengua materna de sus abuelos.

Por esas casualidades de la vida, en esas fechas, vivía en Cataluña, y fue también a la vez que leyó un pequeño libro, (en catalán), que contaba una historia parecida a la de la canción de Itoiz. El libro era: "Les ales d'Àngel Vidal".

Ha tenido que rastrear Musafir en la web de webs, (ese invento tan revolucionario de nuestro tiempo), para localizar vía "San Google de todas las respuestas", al autor del mismo: Joan G. Martínez Monjo.

(-Palabra de google; Amén)

 

No tiene Musafir más datos del autor. Pero recordando la novela, reconoce que empatizó bastante con el pequeño niño protagonista de la historia, al que por causas desconocidas, le iban creciendo un par de alas, ante el estupor de sus familiares, conocidos, y amigos.

Me cuenta Musafir que a veces le cuesta entender las reglas y la psicología colectiva de esta sociedad nuestra: algo que sería maravilloso, como un chico con alas, diferente, que pudiera volar libremente... y que todos envidiarían en principio por su propia singularidad... era, sin embargo, visto como algo negativo; como un estigma, más que como un ejemplo de variedad y diversidad...

¿Acaso deben todos los hombres ser exactamente iguales? ¿Deben pensar exactamente igual? ¿Tienen que usar la misma lengua, sentir igual; tener el mismo color de ojos; de piel; llorar igual; amar igual...?

Nunca he sabido qué contestarle a Musafir.

Como en el libro, lo que es especial, es enseguida objeto de extrañeza: (el médico en esta historia, intenta amputar las alas al pequeño Àngel Vidal).

Uniformización; Pensamiento único... Todos como borregos sin conciencia ni independencia... Ni siquiera como el agua del famoso río de Heráclito, hace más de 2500 años: "Panta rei" (πάντα ρει), "todo fluye", -decía él. Que ni el agua, ni el cauce, ni el propio bañista eran siempre los mismos, sino que todo fluía...

¿y hoy en día? ¿qué pensamos de todo esto?

Nos engañamos pensando que todo fluye... o acaso ni tan solo podemos discernirlo, porque estamos en mitad de la corriente general que nos arrastra invariablemente...

¿Alguien vio la inauguración de los Juegos  de Pekín?... Coordinación llevada al extremo; como un único ser vivo que se mueve por impulsos eléctricos. Al unísono; Iguales entre pares. Materia prima no les debe faltar en China... 1400 millones de almas dispuestas a darlo todo a mayor gloria de la Républica Popular...

 

A Musafir le duelen las alas ajenas, que otros cirujanos sociales, llevados por la razón "médica" se empeñan en amputar.

Suerte que de vez en cuando aparece un pequeño Àngel Vidal o un chaval que quiere ser petirrojo y volar por los bosques oscuros...

Suerte que Musafir ya voló; a él, tampoco pudieron cortarle las alas... hace tiempo ya. Cuando se terminó de leer aquel libro en catalán que por entonces empezaba a dominar; cuando por fin pudo traducir la letra de aquella canción en euskera de Itoiz...

Como ellos, Musafir ya vuela; libre.

5 de agosto de 2008

Rojo colorao


Discover Tiziano Ferro!

 

 

 

Con el calor que está haciendo estos días, Musafir se ha tomado la semana de "vacaciones". Así que aquí estoy yo, intentando escribir el post que me ha encargado, el muy joío, (digo, el amigo mío)

Esto... me ha dejado algunas notas aquí y allá. -Que mira que es raro este Musafir...

-A ver... umm; esto sí; esto es un rollo; jo, esta parte no se la cree nadie... ¿y esto? si no tiene gracia ni ná de ná.

Bueno, como él no está, voy a ponerle yo un poco de color  y algo de salsa a esta historia, jeje. Ahí va:

 

 

El escenario:

Escaparate de tienda anticuada; el cartel ya no permite, por la mugre acumulada, saber qué narices se vende aquí. ¿Carne o pescado...? (A lo mejor son frutas y verduras), yo qué sé...

Ventana de cristales resecos; No quiero saber qué le ha pasado a las cortinillas. ¿Acaso eran rojas?...

Me da igual; yo voy a lo que voy. Me muero de hambre. No voy a ser tiquismiquis por unas cortinas del jurásico inferior...

Bueno: mis ojos al grano. Ah, allí está la mercancía; ¡Cómo le pasa el plumero la jovencita! No quiero ver la fecha de caducidad; no sea que me dé un ataque de aprensión. Los paquetes más grandes se amontonan abajo. Encima, los paquetillos más minúsculos. ¡Vaya un orden entre tanto desorden!, -digo yo.

-¿Qué contienen?; Ni se sabe... Parece que casi formen un todo monolítico con las paredes.

Veo un papel pegado con restos de cola sobre la pared. -Menuda publicidad raída. Revenida, como dicen en mi tierra.

El suelo está pegajoso. Creo que fue parqué. Ni la madera se enteró de que dejó de serlo... hace décadas, por lo menos.

Si el tubo de fluorescente no parpadease, nos permitiría ver con más claridad la mesa y las cuatro sillas de metal repintado y repintado. Nudosas al tacto, como una barandilla de barco oxidada con mil capas de pintura...

 

La reflexión interior:

Hablo, por fin, con el ambiente, todo lleno de polvo, y le digo, como si fuera una persona real:

-Si fueras hierro, estarías enrojecido de óxido. Porque no creo que de vergüenza.

¡Qué pena que no seas más que papel amargo!

-Si te mastico, me llenas de vacío; qué contradicción; casi tanto como veo en tu mirada.

No te preocupes; no he venido a lamerte. Me mata el hambre. Quiero más que aire. Un filete de cerdo; por ejemplo...

 

Entrando en materia...:

-¿Mil euros?; ¡qué va! Ya me dijo la gorda de tu dueña que la moneda no era convertible.

-"Trueque, muchacho; trueque. Aquí, como los indios". -Me dijo.

-Y tú, si vivieras en un cilindro, estarías realmente mareado.

-Ya no sé cuántas vueltas al rojo vivo has dado. Vaya, ahora los expertos le llaman a esto "ciclos".

-Y a mí que me parece que eres como un pollo asado. -"A l'ast", que dicen en mi tierra. (A no, no es en mi tierra) Bueno, no importa; !al fornu, al fornu!

-Cosa de la modernidad; -De bits, y megabytes. Eso dice mi vecino. Los giros son de bits.

Pues para mí siguen siendo vueltas de manivela, y de pollo rojo asado, pero bueno...

 

La conversación histrónica:

-A ver, yo quiero éste;

-Ah, ¿pero te gusta con cresta y todo? -me interroga la chavala jovencita.

-¡Y yo que sé!. -A mí, si es de color rojo, me parece bien.

-Está poco hecho aún. Pero bueno, le podemos preguntar:

-¿Qué dices ahora? ¿Le hablas a un pollo colorao empalado "rustiéndose" en una estufa de gas?

-Tú no eres de aquí, verdad? -me pregunta la menda. -Es que tienes acento raro. Lo he notado nada más mirarte a los pies.

-¡Joer!, no sabia que mis pies cantasen tanto...

-Mira, guapo: el pollo no quiere irse contigo.

-¡La madre que lo parió! ¡Qué dices tú ahora!. El bicho se hace el chulito, ¿eh?

-Es que no le gustan tus dientes. -se ríe la muy joída.

-¡Qué le den candela al pollo, entonces!

-Mira, en confianza, -me dice al oído la chica: enséñame un poco tus pezones, y veré lo que puedo hacer... con este otro guarro.

-¡Qué dices; guarra serás tú, -le respondo enfadado.

-¡Calla, hombre!. El guarrillo que se asa también en el horno... el cerdo, vaya. No, si ya digo yo que los de tu pueblo habláis raro...

 

Después de abrirme la camisa, y descubrirme el pecho, al fin la chica emite su veredicto:

-Umm, qué pena... y mira que estabas cerca...

-¿Qué pasa ahora?. ¿No le gustan mis pezones al guarro?

-No, no. Tu pecho le ha encantado... mira que ojitos de cordero degollado pone.

-¡Pero si está gratinado! Y además:...  ¿no habíamos quedado en que era un cerdo? ¡A ver si me aclaras las cosas!

-Creo que hoy no te comerás nada. Mucho pelo. Ese es el problema. Quizás una sesión de depilación láser ayude...


La resolución

Salgo del establecimiento, rojo de ira. No entiendo nada. Me quedo sin comer. Esta gente es muy rara. Qué manera de entender el comercio. El capitalismo, ciertamente, no ha calado en su cultura. Aunque ya nos estaría bien para todos un sistema comunista; eso: ¡todos iguales!

Lo anotaré todo en mi cuaderno rojo colorao.

Me vuelvo, por si acaso, a mi país. No sea que al final acabe realmente preguntándole a un pollo si quiere que me lo coma... o tenga que enseñarle mi pecho sin depilar a un guarro para que me deje hincarle el diente...

Yattá! s'acabó!

 

El vídeo que lo resume todo...

 

 

En fin... espero que Musafir no me eche la bronca por hackearle, digo, ayudarle, a escribir en su blog, jeje.

30 de julio de 2008

Naranja

 

cielonaranja




Discover Rogê!


 

-¡Qué lástima, Musafir!

 

La voz quebrada se dejaba caer en los oídos de Musafir.

-¿Qué ocurre?, respondió al fin Musafir después de vacilar varios segundos. -¿Quién eres? ¡No te veo!

-Estáte tranquilo. Mira al cielo nocturno, -prosiguió la voz; ¿qué ves?

-Veo algunas estrellas.

-Vaya, parece evidente. Es de noche.- Responde la voz, con tono irónico. ¿Es que tus ojos están cerrados; solo eso puedes decirme?

 

Musafir, algo incomodado, prosigue con su descripción:

Bueno, hoy no hay luna, y las nubes veraniegas de humedad, por suerte, esta noche no nos aprisionan. Hay mucha luz.

-Cierto es, amigo Musafir; pero quiero que te fijes más. Observa el cielo anaranjado por la luz de la ciudad y dime: ¿no ves nada especial?

 

Musafir, entre sorprendido y dubitativo, otea de nuevo el firmamento, como queriendo atravesar la incómoda luz que lo llena absolutamente todo.

-Bueno, apenas se ven estrellas, es cierto. ¡Qué derroche de energía eléctrica, la verdad! Pero por suerte, Yanub, la estrella del Sur, sigue brillando.

 

-Umm, ¿es esa la pobre descripción del cielo nocturno que puedes hacerme?

Siglos transmitiéndoos conocimientos, ¿y esto es lo máximo que me puedes decir, Musafir?

-¡Por todas las estrellas y planetas! Qué fácil resulta engañaros a los humanos, -exclama encolerizada la voz misteriosa.

 

A estas alturas de la extraña conversación, los viandantes que asisten al diálogo, (que más bien parece un monólogo a dos voces), se apresuran a alejarse de Musafir. Acaso creerán que está loco, ahí sentado, de noche, hablando de estrellas y cielos, aparentemente en soledad.

Pero en la cabeza de Musafir, la conversación con la enigmática voz continúa:

 

- ¿Así que crees que esa estrella que consigue abrirse paso entre la luz cegadora de las ciudades humanas es Yanub, tu estrella del sur?

-Pues... yo creo que sí, -responde confuso Musafir. Sale por el este, como cada noche, y se oculta al despuntar la aurora, por el oeste... No hay otra estrella que haga ese recorrido. Llevo innumerables caminos y sendas recorridos; nunca me ha fallado su posición en el cielo. Cierto es que ahora que he parado en esta gran ciudad, me cuesta más localizarla en el cielo, pero siempre está ahí, señalándome el camino...

-La luz en verdad os ciega; ¡hombres, hombres! ¡Qué pobres sois! ¡Maldita sea! ¡Tanta riqueza material, os está volviendo pobres de espíritu...!

-Tecnología, ciencia, matemáticas, astronomía... y al final, deambulais ciegos en las noches cada vez más naranjas de vuestros contaminados cielos.

-Habéis matado los cielos negros; quién distingue ya entre estrellas, (ciertas o fantásticas), y planetas...

-Musafir, ¿cómo puedes distinguir un planeta de una estrella, bajo este cielo contaminado de luz?

-¡Ignorantes!

La voz se parecía cada vez más a la de un viejo cascarrabias, y Musafir estaba atónito por la regañina que le estaba cayendo encima.

Pero la voz no ceja, y sigue al ataque:

 

-Tienes suerte de que de vez en cuando venga a visitarte, Musafir. Qué harías sin mi ayuda. Aunque, viendo lo que está haciendo tu civilización de humanos, lo que debería es apagar completamente vuestras noches; como en los tiempos de las cavernas. Ahí sí que aprendisteis a observar lo que os rodea. No como ahora...

Después de un minuto, algo tenso, eso sí, por fin la voz se vuelve más conciliadora:

 

-Te voy a enseñar de nuevo la profundidad de tus cielos, tal como eran antes, Musafir.

 

Y la voz empezó a narrarle cómo los hombres primitivos descubrieron el movimiento de los astros, de la Tierra, del sol; y todos los ciclos que marcan el  acontecer de los cielos, cuando estos eran negros.

Cada vez más tenue, casi un susurro, hasta que Musafir se relaja, y cae finalmente dormido; sobre un banco de piedra; en mitad del bullicio nocturno de la ciudad que nunca duerme...

El cielo empieza a girar sobre su cabeza, cada vez más rápido; los edificios a su alrededor, se desvanecen, como a cámara rápida; como si alguien, intencionadamente, hubiera decidido retroceder aceleradamente en el tiempo. Las figuras de las personas que observan a Musafir dormido se alargan, y se vuelven grises. Estiradas, desaparecen engullidas por el entorno que parece un papel arrugado. Musafir pierde las coordenadas de espacio y tiempo. Retrocede, retrocede... días, años, siglos.... parecen milenios hacia atrás en el tiempo.

Al final, todo se detiene. Ni rastro de civilización. Silencio. Oscuridad absoluta. Sólo ha quedado el banco de piedra. Y sentado sobre él, Musafir.

 

-¿Qué tal el viaje?

La voz, cercana, asusta a Musafir.

Junto a él, en el mismo banco, un anciano. Vestido con túnica blanca. Pelo canoso y larga barba, rematado todo él por una especie de gorro puntiagudo. Su voz, es la misma voz.

-¡Hola Musafir!. Sí, soy yo, no te asustes.

-Pero, no entiendo... ¿Qué hago aquí?, -pregunta Musafir a su acompañante, a cuya voz por fin le ha puesto rostro.

-Cada cosa a su tiempo, Musafir. Ahora lo principal no es eso. Mira al cielo. ¿Qué ves?

 

Musafir ya se ha calmado un poco, y por fin se incorpora sobre el banco. Abre bien los ojos, y alza la vista.

 

El espectáculo era fantástico. Cielo negro infinito; estrellas que son un océano; y nebulosas, y galaxias que Musafir creía tan solo accesibles a telescopios y otros aparatos de alta resolución, se desvestían, y aparecían claras, nítidas en medio de aquella negrura primordial.

-¿Ves ahora lo que te quiero decir?

El misterioso personaje con pinta de mago Merlín señala al cielo, mientras toma de la mano al sobrecogido Musafir.

-Ese es el gesto de sorpresa, Musafir. Cientos de miles de años de evolución... pero seguis siendo humanos, al fin y al cabo. Por eso me gustais en el fondo. Ese sentimiento que emanan tus ojos, es el que movió a tus antepasados. A hacerse preguntas; a observar; a "ver" en definitiva...

-Ahora díme, Musafir, ¿es acaso aquella tu estrella del sur, Yanub?

 

Musafir ya no puede borrar de su rostro la maravilla que se levanta sobre él. Y apenas puede responder, de lo embobado que está.

-Pues... no sé. Estoy algo confuso. -Responde Musafir. De repente, me siento como si me hubieran limpiado los cristales de unas gruesas gafas. Todo es más nítido. No recuerdo cielos así; y Yanub tiene un extraño brillo. Me confunde su manera de brillar... No sé si lo que estoy viendo es real o ficción...

-Ya vas entendiendo, Musafir. Quiero que se te grabe en la memoria lo que estás viendo.

Lo que tus ancestros tardaron milenios en comprender, ha sido olvidado en apenas un siglo de luz eléctrica. ¿Lo ves?

¿Acaso recuerdan ya los tuyos la diferencia entre la luz que emite un planeta o una estrella?

-¿Son capaces los niños de tu barrio de contarme las historias de los mitos, como lo hacían en la antigüedad, escribiéndolas en las constelaciones del cielo...?

-La Osa Mayor, la Osa Menor... te dirá apenas un chaval;  ¡si hoy en día apenas se ve el cielo...!

-Sois de nuevo analfabetos, a pesar de toda vuestra ciencia.

 

-¿Cuál es la diferencia entre un planeta y una estrella entonces?- reclama excitado Musafir a su acompañante.

 

Al fin, el viejo, con ese aire de maestro de escuela clásica, se levanta del banco, alza su vara, y recogiéndose la túnica, responde:

-Una estrella es un astro con luz propia y por lo tanto su luz parpadea; un planeta, por el contrario, no tiene luz propia y refleja únicamente la luz del sol; es por eso que su luz parece fija.

 

Musafir mira de nuevo al cielo, y reflexiona.

-Entonces, ese punto que aparece en el sur, este verano, ¿no es Yanub, mi estrella?

-¿Acaso parpadea su luz, Musafir?

-No, -responde algo decepcionado Musafir.

 

-Parece mentira que sólo un astrónomo pueda decirte que ese punto iluminado que has confundido con una estrella, no es más que un planeta.

-Pero, ¿cómo brilla con tanta fuerza?

-Dime, ¿de qué planeta estamos hablando? ¿Acaso Marte? en el colegio nos enseñaron que su brillo era rojizo y este, es blanco.

-Pequeño Musafir, tienes mucho que aprender aún; pero esta noche, al menos, resolveré tus dudas:

Ese punto enorme blanco que acompaña tus noches durante este mes de julio, no es otro que el planeta Júpiter. Brilla tanto que incluso en los cielos saturados de luz es capaz de llamar la atención. Los griegos y los romanos ya lo sabían. Y éstos, a su vez, lo aprendieron de pueblos aún mucho más antiguos. No es raro entonces, que Júpiter sea identificado con el Padre de los Cielos: "Júpiter, Dyeus Pater, Zeus..."

Todos los pueblos antiguos conocían de su existencia, y todos le dieron un lugar preferente en sus mitologías para explicar el origen de las cosas...

Obsérvalo, hacia el sur, cada noche; lo más alejado de la civilización que puedas. Y piensa cada vez que lo hagas en lo que esta noche te he contado.

Aunque no te lo creas, su gran masa, y su cercanía, están influyendo en ti. Y no es cosa de astrólogos; es pura ciencia, Musafir. Al igual que la luna crea las mareas, este verano, déjate influir por la atracción gravitacional de Júpiter.

Ojalá que los cielos vuelvan alguna vez a ser negros; y que así las historias de los antiguos no se olviden... devoradas, -qué ironía, por esa "luz" que siempre ha sido sinónimo de progreso humano...

 

La voz va apagándose de nuevo. Musafir parece entrar en un suave sueño. El cielo vuelve a dar vueltas, y los edificios, la gente, la luz de las farolas vuelve rápidamente a inundar su noche.

Repentinamente despierto, Musafir está sentado en el banco de piedra; solo.

Cielo naranja.

No hay nubes de humedad.

Cree Musafir que se ha quedado dormido sobre el banco de piedra; a la vista de toda la gente... y que todo no ha sido más que otro de sus sueños...

Alza sus ojos al firmamento, hacia el sur.

Deben de ser las doce de la noche.

Y a pesar de los edificios, y toda la luz, allí está: Júpiter brilla.

 

¿Dónde estará entonces Yanub...?

-¿Quién era el viejo que le ha contado toda esta historia?

Quizás tanta luz naranja, ciertamente le deslumbra...

 

 

 

11 de julio de 2008

Azul

azulblue




Discover Bebel Gilberto!



Todavía hay noches en que Musafir piensa con palabras escritas en azul.

Tan azules, que sus ojos casi se confunden reflejados en cielo de tarde luminosa.

Azul; blue, blau, urdina, bleu, Blau, azraq...

Palabras mixtas para un mismo color.

Y azul, de mar, no lo imaginó Musafir hasta varios años después de su alumbramiento.

Que azul de Sierra, y Roca brillante ya le dejó imprenta clara nada más nacer; al dar los primeros pasos.

Pero azul de mar, no fue azul; fue "blau":

Blau de la mar; serena i mediterrània.

Blau de lluna reflexada; i nits de foscor allunyada. Com un mirall d'argent tou.

Va descobrir Musafir a voramar, els seus peus banyats per la sal i la sorra; blaves, clares.

Dice que sus antepasados fueron marineros; cazadores de ballenas. Siempre miraron con ojos azules al mar; pero este no era azul:

Era "urdina": Urdina itsaso handia bezala; ur urdina iturrietan; zure begi urdinak bezala eta...

Que descubrió un paraíso meridional donde los niños pintaban las puertas de azul;

Allí donde Musafir le vio por fin los colores a la libertad, las puertas brillaban bajo el sol, ciertamente, pero no eran azules: eran "Al-Abuab Az-zarqâ..."

Pasaron los años; volvió a mojarse Musafir. Creyó que el agua densa reflejaba el azul del cielo. Sus pies se congelaron. Pero el agua ya no era azul. Der Fluss ist nie mehr blau...

Always, all ways, blue

La vie, la voie, en bleu.

Azul

24 de mayo de 2008

Un hombre; tu nombre.

 

pencil

 

Musafir mira de reojo al personaje que está sentado en la otra mesa. Advierte, con disimulo, cómo el hombre, de mediana edad, garabatea sin parar sobre el periódico que tiene junto a la taza de café.

Qué debe estar escribiendo, se pregunta Musafir, que ya no le quita el ojo de encima.

Aspecto algo descuidado; las gafas repegadas en los diminutos ojos; una barba canosa de una semana, por lo menos; pero las manos, impecables. El lápiz con el que está literalmente "grafiteando" el diario, no puede soportar casi la velocidad de esas manos. Manos que parece que se quieran atropellar entre sí; como si el cerebro no fuera quien diera la orden de ir juntando las letras... casi parece escritura automática; esa que tanto les gusta representar a los guionistas de  Hollywood en sus películas de sucesos paranormales.

Y sin embargo, a pesar del trajín evidente que se desborda de la pequeña mesa, el rostro de este hombre está visiblemente sereno. Como si la carrera de manos, lápiz y papel rallado no fuera con él.

En ese preciso instante, el repentino tono de llamada de su móvil, acaba por quebrar el espectáculo.

Ni diez segundos al teléfono; y dos o tres murmullos, asintiendo con la cabeza, para que el señor saliera precipitadamente del local. Apenas un billete de 5 euros solapado debajo del platillo del café y, con las prisas, el periódico, manchado de café y palabras escritas encima con lápiz se queda huérfano sobre la mesa.

Musafir, que parece ser el único testigo de tan peculiar función de teatrillo vespertino de cafería de barrio, no puede comerse las ganas de curiosear en el periódico abandonado que yace, aliviado quizás, (si tuviera alma), de su tortura de lápiz y magreo enérgico.

Así que antes de que el chico del bar recogiera las sobras del café y se cobrara los cinco euros, Musafir adopta momentáneamente al ejemplar de prensa escrita. Dispuesto a leer lo que su anterior propietario había escrito encima.

Pero la letra era realmente horrible; y el café derramando no ayudaba a la misión de entresacar las palabras emborronadas.

Ya con un poco más de empeño, al final, consigue Musafir interpretar la grafía atormentada que era casi ilegible.

 

El chaval de los cafés ya ha tenido la agradable sorpresa de encontrarse los cinco euros bajo el platillo del café del escritor acelerado; y mientras, Musafir va leyendo con cara de asombro, las palabras escritas sobre la portada del periódico.

Asombro, e interrogación se puede leer ahora no ya escrito, sino en el gesto de Musafir. Como si de una revelación se tratase, Musafir se empapa del papel; Se lo acerca a los ojos, y lo va girando, intentando seguir la senda dejada por las palabras escritas con prisa; buscando los huecos entre los titulares en negrita que anuncian que se acerca la crisis inmobiliaria, y que el petróleo está por las nubes, y los recuadros de publicidad.

-¡No puede ser! -exclama por fin Musafir.

Pero, ¿cómo es posible?.

Ahora quien estaba realmente alterado era Musafir. Y las consecuencias de este estado de excitación las volvió a sufrir, como era de esperar, el malogrado periódico; que ya más bien parecía un viejo papel de estraza, de esos que se usan para envolver el pescado; entre gris y marrón, que de nuevo, volvía a recibir un baño de bebida estimulante. En este caso, parte del té verde con menta que se estaba tomando Musafir y que se desparramaba sin límites por el diario.

Musafir se levanta con prisas, y deja caer una moneda de 2 euros sobre la mesa. Acto seguido sale disparado por la puerta de la cafería y se pierde, corriendo, calle abajo.

 

Pero, ¿que narices ponía en el periódico, me pregunto yo, en este punto de la historia, para que Musafir salga corriendo así?

 

En el Café, el muchacho que recoge las mesas está que no cabe de alegría: en menos de media hora, un café solo y un té verde con menta, por siete euros, de los cuales cuatro y medio se los ha llevado de propina...

 

Pero ya está claro el misterio del periódico.

Ahora ya sé quién era el escritor acelerado.

Ahora ya sé por qué Musafir salió tan apresurado del local; se fue tras el personaje que escribe siempre con el lápiz.

Porque Musafir y yo sabemos quién és.

Porque, aunque el Nombrador de Cosas se disfrace de escritor trasnochado, nosotros lo conocemos; y él a nosotros también.

 

Porque, en el periódico, que recogí antes de que se lo llevara el camarero, ya sabemos lo que estaba escrito.

Porque a nosotros, Kátib, nuestro hacedor de historias, nuestro nombrador de cosas, no nos puede engañar tan fácilmente.

 

Ahora ya sabemos lo que le pasaba en estos últimos meses; Esa repentina falta de inspiración... esos ataques de melancolía. Kátib estaba realmente sufriendo.

Las razones no las desvelará Musafir; que el pobre ahora ya tiene bastante en atrapar a Kátib que se le escapa por la calle.

Y que nadie me pregunte quién llamó a Kátib por teléfono...

Porque sólo Musafir realmente lo sabe...

 

Esto estaba escrito en el diario:

 

"Un hombre; tu nombre".

"Un hombro, ¡qué hambre de ámbar!"

"Ya no me nombra tu sombra."

"Lamer, limar... la mar. Amar a mar."

"Por ti di mi vida; mi vid... David."

"¡Ora, ahora!... llegó tu hora."

 

 

"Me cuesta tanto ponerte nombre..."

"Cada vez me cuesta más ponerte nombre..."

 

 

El periódico, lo guardo yo. Ya se lo daré a Musafir para que se lo devuelva a Kátib; nuestro "hacedor de historias"; nuestro "nombrador de cosas"...

 

 

 

 

 

 

 

 

30 de abril de 2008

Papel de Amsterdam

amsterdam

Sólo te ha quedado Amsterdam, Musafir.

Aún recuerdo cuando vi por primera vez aquel río, entre bosques de un verdor puramente mágico y aguas expresivamente salvajes. Que era un pequeño arroyo de las Montañas Rocosas, dijiste, casi inexplorado, y aun menos habitado... en ese, ya casi lejano, final de siglo XX.

No hizo falta que me dieras más pistas. Vi en tus ojos el reflejo de todo un continente; abierto a ser caminado; a ser respirado y vivido.

Me consolé en el recuerdo de árboles y agua de papel. Jamás respiré; y quién dijo, tampoco viví. A pesar de tu insistencia. De tus sombras azules...

Y se mojaron mis rodillas en otras aguas; recorrieron mis venas las corrientes de ríos septentrionales. No ya en América; sino en la vieja Europa. Y anduve más de una década descifrando, de nuevo, barcos fluviales de papel; acartonado ya por el tiempo.

Pero no me quedó ni la palabra escrita. Que la tinta ya no me emocionase, era lógico; pero, ¿adónde fue el alma de las palabras?

Se las tragó, ya sabes quién: El muro.

Y me enseñaste aquella foto del trozo de muro de Berlín, ¡vaya!, ¿otro muro, Musafir? . Sí, me dijiste que una vez dividió toda una ciudad, todo un país. Que murió gente por intentar atravesarlo.

Una vez unió, más que separó; el muro; no aquel de Berlín. El muro; el de casa. El que me tatuaste en la brisa rosada de mi frente.

Pero al final, el papel se rasgó. Con ese rasgar amarillo viejo que adquieren los papeles rancios. Esos que se ha merendado el sol en tardes de verano; en esas que un día me soñaste; en esas que un día me pensaste con tus dilemas violetas.

Probablemente no supe respirarte; como tampoco te viví por aquellos recovecos de los ríos vírgenes de las Rocosas; y mucho menos por los maltrados de esta nuestra Europa.

Porque, cuando me di realmente cuenta, tu paisaje de cumbres afiladas me había abandonado.

Cuando quise despertarme, sólo me habían quedado las llanadas, y las aguas remansandas.

Alguien se encargó de limar las montañas; o lamer. Sólo vi, así, con la mirada, la mar...

Ahora miro tu calor congelado, verde no ya de bosque, sino de veneno de enanos verdes; y repaso tus preguntas, apenas moradas, no ya de incógnita, sino de asfixia de capirote de nazareno...

Ya no veo sino canales y bicicletas al borde de un canal. A punto de caer.

Sólo veo Amsterdam.

Sólo me ha quedado devorarme los viejos canales marrones de un Amsterdam de papel manchado de café.

...

Y en esto, Musafir se acabó el café que estaba tomando, en silencio. Y al dejar la taza sobre la mesa, reparó en el dibujo de la servilleta: un mapa, precisamente de Amsterdam, del siglo XVIII, con la siguiente descripción en latín "Amstelodami Veteris et Novissimae Urbis Accuratissima Delineatio" .

A Musafir le pareció curiosa la coincidencia, y llamativo el soporte para un plano. Así que se llevó la original servilleta de recuerdo.

(Lo que no sabe Musafir, es que quizás encontrarse esa servilleta en su mesa no fue tan casual como él cree...)

27 de marzo de 2008

Desde el Yucatán a Calistoga...

 

 

 

j0409243 CalistogaWater

A Musafir, este viajero virtual, más que de facto, a veces también sale de "viaje".

Y suele ocurrir, como en todo viaje sin preparar ni organizar, (excluímos aquí lo que sería más bien un tour), que siempre las expectativas del mismo, superan a cualquier idea que uno tiene preconcebida.

Hace varias semanas, estuvo Musafir por las costas de México. (Bueno, virtualmente, de nuevo). Viaje de placer, relax, pero aderezado con pinceladas de cultura maya.

Allí, entre complejos hoteleros españoles, rodeado de cocoteros y con el merengue sonando a todo trapo, Musafir se relaja en una tumbona, en una idílica playa de arena de coral blanco. En estas estaba Musafir, cuando una pequeña niña maya se le acercó.

-Hola, guapa, ¿cómo te llamas?

La niña sonríe, sin decir palabra.

-Bueno, y cómo se llama este lugar tan bonito, lleno de ruinas mayas al borde del mar?, le pregunta enseñándole una foto de un folleto a todo color.

"Ci u than", respondió al fin la pequeña, poniendo cara de extrañeza y muerta de risa.

-¿Cómo dices?

-"Yuk ak katan"

-Ah, quieres decir ... ¡Yucatán!

Los demás niños que estaban por allí jugando, no paraban de reírse, ante la evidente intriga de Musafir.

 

El camarero, que también era maya, fue quien le dio la pista a Musafir:

 

-Esos pequeños... no hablan español. Hablan en maaya t'aan (lengua maya).

-Las ruinas del folleto (le explica amablemente), son las de Tulum. Los chavales se han reído, porque han reconocido el lugar. En maya, Tu'ulum, siginifica: "Cueva del Conejo".

Y "Yuk ak katan", o "Ci u than", quiere decir, en lengua maya, "no entiendo tu lengua, o no te entiendo".

 

Y es más que probable que este fuera el origen del nombre que se le dio a esta región de México: El Yucatán.

 

Bueno, pues ya sabemos lo que les pasó a los primeros colonos españoles cuando llegaron a la "Riviera Maya".

Hemos empezado bien, ¡eh, Musafir! Sin saber lo que te querían decir unos niños mayas, jeje...

 

-Luego te ilustraré, narrador. Pero sigue, sigue contando mis aventuras...

 

-Bueno, no te enfades Musafir, y déjame que siga contando por dónde has ido.

 

Ahora que ha pasado la Semana Santa, contaré que estuviste también por Sevilla.

 

"Sevilla tiene un color especial" como dice la canción. Y unos orígenes lejanos en el tiempo, diría yo.

¿Quedará algún sevillano nativo, que nos cuente algo de la historia de la fundación de Sevilla?

Bueno, quitando al guía que va vestido de romano, poca cosa más.

Quizás no muchos sevillanos sepan que el nombre de su ciudad es de origen tartésico. (Esa misteriosa civilización que se asentó en el valle del Guadalquivir).

Spal fue su nombre de bautizo. Luego se la conoció como Hispal.

No parece que tenga nada que ver con Hispan, o Span, que según parece es el nombre que se le dio a Hispania, por los conejos (de campo), que en ella habitaban.

Esto se lo explicó a Musafir otro guía, allí en Sevilla, (no ya vestido de romano), sino disfrazado de ... ¡conejo gigante con orejas y todo! jeje.

Y también le contó que los romanos la llamaron Hispalis. (Bueno, ya sabes cómo eran los romanos: Colonia Iulia Romula Hispalis). Y que luego llegaron los árabes, y como no sabían decir la letra P con la A  o sea "pa",  la transformaron en "bi". Y lo que era para los romanos: "Colonia no sé qué... Hispalis", que para los árabes acostumbrados a no escribir las vocales en su idioma, era más que largo, se dijo en árabe andalusí:  Ishbiliya  أشبيليّة

 

¡Vaya con los musulmanes! Prácticos y ahorradores.

En resumen, que la Sevilla de hoy en día no es más que la Spal de los tartessos, pronunciada por diversos pueblos a lo largo de la historia.

 

Lo que me vas a contar de nuevo, Musafir, es esa historia de un japonés en Sevilla, en pleno siglo XVII.

¿También llevaba su cámara digital encima?

 

Musafir levanta la ceja, y me echa una de sus miradas fulminantes.

-Bueno, narrador,  ya veo que como te conté la historia por encima, no te la terminas de creer. Así es que ahora me toca a mí hablar.

Te voy a dar alguna pista:

 

-¿Conoces a alguien que se llame de apellido Japón?

-¿"Japón"? ... espera. A ver, mira que no me gusta el fútbol, pero si no recuerdo mal, había un árbitro de la liga que se llamaba Japón, no sé qué...

-Cierto. "Japón Sevilla", para ser exactos.

-¿Y qué tiene que ver un árbitro de fútbol con un samurai en la Sevilla de 1620?

-Pues más de la que parece:

Mientras estuve en Sevilla, aproveché para acercarme a Coria del Río.

Allí encontré esta estatua, y me contaron la historia de Hasekura Rokuemon Tsunenaga

 

¿De quién has dicho?

 

-(支倉六右衛門常長, Hasekura Rokuemon Tsunenaga)

Aunque se le conoció también por el nombre de Felipe Francisco Faxicura, una vez bautizado.

-Estos curas, haciendo "amigos hasta en Japón"

-Déjame seguir:

Este samurai estuvo en Coria del Río, antepuerto fluvial de Sevilla en 1615. Vino como embajador de un gobernante japonés, a establecer acuerdos comerciales con el rey español Felipe III y cuando regresó a su país, algunos de los japoneses que con él viajaban se quedaron en la ciudad. Así, los descendientes de aquellos llevan todos el apellido "Japón". Y hoy más de 600 personas aún se apellidan... Japón.

Japoneses y árabes en Sevilla... umm. Hace siglos, una rareza. hoy sólo tienes que pasearte por la Plaza de España...

-No me interrumpas.

Perdona.  ¿Dónde más has estado, Musafir?

 

-Pues estuve también en las montañas suizas, entre vacas y montañas nevadas.

 

-Bueno, supongo que en la tranquila Suiza no te encontarías a samurais japoneses bailando sevillans, no? jeje.

 

-No, es cierto. En Suiza ya sabes lo que les gustan los relojes. Y lo cabreados que están de que los japoneses les copiaran el invento de "dar la hora".

-Claro.

-Por cierto, ¿wie spät ist es?

-¿Qué?

-Que me digas la hora.

-Ah, en alemán: "Es ist sieben uhr."

-Muy bien!. Y dónde has mirado la hora. En tu reloj de bolsillo, no? (Que ya sé que eres un antiguo, jeje)

 

-Pues mira, sí. Llevo un "Taschenuhr" de mi abuelo, como se diría en Suiza.

-¡Error!

-¿Y eso?. ¿No lo he dicho bien?

-Sí. Aunque en Basilea, (que hablan la variante suiza del alemán), el "Schwyzerdütsch", se reirían de ti.

-Allí di que llevas un Kellöretli.

-¿Cómo? -¡Pero eso no es "alemán"!

-Pues sí y no... A ver:

-Pregúntame la hora en francés:

-"Quelle heure est-il?"

-¡Muy bien!. Pues ahora piensa que eres un suizo que hablas alemán y pronuncia la frase rápido:

-/quil-er-et-il/ /quil-er-et-il/... Vale, ya lo veo: Kellöretli es "quelle heure est-il?"

¡Ya vas progresando! Los suizos copiaron, (en este caso a los franceses), la frase para referirse a un reloj de bolsillo de los de antes...

-No te rías Musafir de mi, ¡eh! ¡Vámonos de Suiza, anda!. Vuelve a la península, que me lías con tus acertijos.

 

-De acuerdo, narrador: ¿qué te parece seguir por las montañas? Por los valles del Pirineo, por ejemplo...

-Qué bonito, Musafir. Hace años que no estoy yo por los Pirineos...

-¡Pues volvamos al valle de Arán!

 

-Me encanta todo de este pequeño valle entre montañas, Musafir. Y me recuerda años de infancia, correteando como Heidi y Pedro, detrás de las vaquitas...¡ay!

 

-Bueno, bueno. No te me pongas sentimental ahora.

Yo lo que quería que supieras es que en el valle, se habla aranés. Una variante gascona del occitano, o lange d'òc.

Pero que curiosamente, tiene nombre de origen vasco.

 

-¿Vascos también en esta parte de los pirineos? -le pregunto a Musafir algo extrañado.

 

-Claro. Arán, es un nombre aranés. Pero el origen de la palabra es "haran". O sea, "valle", en vasco.

"El valle del Valle".

 

[Ring, ring]  !!

 

-Anda, ¡coge el teléfono!

<<Y, después de media hora de conversación...>>

 

-Bueno, narrador; ya habeis hablado un buen rato, no?

 

-Sí. Era mi amiga Gotzone, de Barakaldo.

 

-Le podías preguntar a Gotzone si habla vasco.

-¡Pues claro que habla vasco!

-¿Y sabe que su nombre se lo inventó un tal Sabino Arana? ¿Y que además no era euskaldún de nacimiento?

-¡Qué dices!, Gotzone es un nombre, ¡vasco, vasco!

 

-Pues te diré que, (con un pie en el valle de Arán, y con otro pensando en Sabino Arana, que también tiene apellido de valle),  que "Gotzone" es invención suya.

 

-A ver, explícame eso, que no lo entiendo.

 

-Sabino Arana, que fue el fundador del PNV, tenía muchas ideas en la cabeza. Entre otras, y la que aquí me interesa comentarte, estaba la de euskaldunizar nombres de persona, o de objetos; para que fueran más vascos, vascos.

Y como era muy católico, empezó por coger el santoral. Le debió parecer que "Aingeru", (que es como se dice en vasco "Ángel"), era poco euskaldún. Así, propuso "goi-gizon" o sea, "hombre de arriba, elevado"... para decir ángel: el resultado: gotzon, (masculino) y el que tuvo más éxito: Gotzone, o sea "Ángela", o "Mª Ángeles" en femenino.

Al principio, los curas eran contrarios a bautizar a las criaturas con esos nombres... pero al final... claudicaron.

Lo que no hicieron en otras partes de España, (aceptar nombres en sus lenguas propias), lo hicieron con unos nombres inventados por un señor, que además no hablaba vasco como lengua materna...

Así es que si a tu amiga no se molesta, puedes decirle que su nombre significa Ángela. (Aquí y en la China, que dijo un tal Josep Lluís) jeje.

 

Pero venga, vete colgando el teléfono, que tenemos que seguir el viaje.

-"Eseki ezazu telefonoa" (cuelga el teléfono) me ha dicho Gotzone en vasco, mientras te escuchaba, un poco enfadada.

-Dile que Sabino diría "Eseki urruzkina". Y no me preguntes por qué "teléfono" se puede decir también "urruzkina" en vasco. Sabino Arana ya no está vivo para preguntarle...

-Pero, eso no es ninguna sorpresa, Musafir ¿no? Es que se da por hecho que todas las palabras de origen moderno se tienen que parecer en todos los idiomas... "Teléfono", "telephone"...  Hasta en árabe se dice "tilifún". Para un idioma que busca su propia denominación...

 

-Pues mira, que el ejemplo que me has puesto al final, casi te da la razón:

En árabe, tilifún se dice en algunos países... التلفون

Pero la manera más habitual de llamar al aparato es: "Hátif"   هاتف

 

¡Jo! Es que no doy ni una esta tarde eh!

 

-No te excites, que vas muy bien. Además ya estamos acabando el recorrido de este super viaje.

Mira, para relajarte te propongo ir a un spa.

-¡Y eso que es?

-Un balneario, donde te dan sesiones de masajes y chorros de agua.

-¡Ah, hombre! ¡Claro que sé lo que es! Lo que pasa es que con esa moda de ponerle nombres en inglés a las cosas... ¡qué rabia! Pues un balneario, es un balneario, y no "spas" o cosas raras!

-Bueno, pues otra vez sí y no.

-¡¡Por favor!! Musafir: ¡explícate, por última vez!.

 

-Bueno, tranquilo:

Spa, viene del inglés, sí. Pero este lo cogió del latín. Aunque hay varias teorías sobre el origen de Spa, parece que podría significar "Salus Per Acquam". Pero esto ya lo aclaramos cuando estuve por Alemania, ¿no te acuerdas?

Es verdad, qué despiste.Era mi alter ego narrador el que nos lo dijo a los dos.

 

-Mira, narrador, jeje: Ahora soy yo el que te propone acabar el viaje en un spa, como te decía.

Tomamos un avión... y ya estamos en California.

-¿California? Tan lejos.

 

-Sí. Aquí acabamos el viaje. Échale imaginación. Recuerda que mi viaje era virtual. Además, al final hemos acabado otra vez en el continente americano: En la ciudad-balneario de Calistoga.

-¿Y que hacemos allí?

-Pues nos vamos a dar un baño en sus aguas termales. Que los indios ya las usaban desde hace siglos.

Cuando llegaron los invasores, (quiero decir, los pioneros) ingleses al oeste de los actuales EE.UU, se encontraron con muchas fuentes termales a lo largo de las Montañas Rocosas. Y en 1860, un tal Sam Brannan, conocido invasor, (otra vez... quiero decir, pionero), llegó a esta parte del mundo y se instaló en ella. Como en otras partes de los Estados Unidos, muchas ciudades son de nueva planta. Allí, una vez construido su spa, hizo una presentación al más puro estilo americano. El lugar en cuestión no tenía un nombre concreto. Pero en el discurso de inauguración, ante los presentes cometió uno de los "lapsus linguae" más célebres de norteamerica:

Se refirió a su nuevo balneario como una inspiración del que existía entonces en Saratoga, en el extremo este del país. Pero en el momento cumbre del discurso, en lugar de decir: "queda abierto la Saratoga de California", dijo: "Queda abierto la Calistoga de Sarafonia" . Y con Calistoga se quedó.

 

Ay, Musafir... estoy derrotado. Ahora sí que quiero ese bañito en aguas termales. Y luego un masaje con aceites esenciales... qué bien se está en Calistoga, ummm...

 

-Por cierto, te he contado que los indios algonquinos del Canadá también hablaban vasco?...

-No, Musafir... pero ya me lo contarás otro día... zzz... zzz...

 

 

 

 

16 de marzo de 2008

Mientras existan las lenguas...

Hace algunos días leyó Musafir que había desaparecido otra lengua nativa americana.

La última integrante de un grupo étnico fallecía, y con ella moría su lengua, que ya no se escuchará más, si no es a través de antiguas grabaciones, puesto que toda su cultura era oral.

Piensa Musafir que lo trágico no es sólo que muera la persona, sino el trasfondo cultural. Que hoy en día de las 7 mil lenguas que existen en el mundo, más de la mitad estén en peligro de desaparecer, tendría que hacernos reflexionar.

En cada lengua, se plasma la psicología del grupo que la posee en relación al mundo que les rodea.

Musafir tuvo la ocasión de conocer por encima cómo se expresan los indios navajos de Norteamérica.

Lo que un occidental simplemente "coge" o "lleva", para un navajo tiene tantos matices como uno pueda imaginar: no es lo mismo "coger cosas redondas" que "coger cosas afiladas, o blandas". Si le añadimos que los objetos pueden ser "blancos" dicho de forma diferente según sean cosas redondas, pesadas, o pequeñas... ya tenemos un gran lío para nosotros, que sin embargo, da mucha información a quien lo escucha, si entiendes el navajo.

Se parece a lo que los alemanes hacen cuando dicen que algo "está de pie": "stehen"; o "está tumbado": "legen".

 

Hay lenguas que son tan sencillas que da la sensación de que no tengan casi gramática. Bueno, el chino apenas tiene reglas gramaticales tan complejas en cuanto al orden, como el alemán. Pero para paliar su "simplicidad", los chinos tienen una cosa maravillosa que se llaman "tonos".

Si pensamos que la cosa no tiene gran importancia, podríamos preguntarles a los publicistas de la Coca Cola lo que sufrieron para poder adaptar el nombre de la marca en el mercado chino. La ya célebre  frase del "muerde el renacuajo de cera", en referencia al significado aproximado de Coca Cola en chino: "Ko-Ka-Ko-La", es todo un clásico.

Al final, y debido a los "tonos", la marca de refrescos tuvo que adoptar el más sugerente nombre de "K'o-K'ou-K'o-Lê" que sería algo así como: "permite que tu boca saboree algo que le de placer"... ¡umm! Mucho mejor, opina Musafir.

 

Y es que la variedad de lenguas es enriquecedora, aunque a veces por esa misma abundancia, se dan casos graciosos. En este mundo globalizado, lo que en una lengua resulta bello, en otra puede ser un desastre.

Sobre estas líneas, por fin Musafir encontró una foto del gel llamado "fem íntim". Tal cual. A los hablantes de castellano, nada raro. Queda como una marca dicha en francés, pero nada malsonante; nada que ver con el agua de colonia "Eau d'Eté", que en castellano  suena a... "hódete"...

Fem íntim, en valenciano, suena a "mierd* íntima". El laboratorio que comercializa el producto es de Barcelona... Vale que en catalán, "fem íntim" también quiere decir "hacemos íntimo"... pero, desde luego, las risas que vio Musafir en la farmacia de Alicante donde colgaba un cartelón enorme con esa leyenda, hacía más referencia a la "mierd*" que no al "hacemos..."

 

Aunque para morbosos escatológicos, os recomiendo una visita breve por una página de pinturas y revestimientos acrílicos de cubiertas para la construcción. Sus productos deben ser buenísimos, vamos, en castellano castizo: son "laPolla".

 

Ahí tenemos también el maravilloso mundo del motor. Los japoneses, que son unos expertos en copiar tecnología, no dudaron en lanzar sus nuevos modelos de coches con nombres sugerentes para ellos:

"Nuevo Mazda Laputa", rezaba en la publicidad que observó Musafir, sorprendido. "Pruebe el nuevo Nissan Moco", acompañado de una foto de un coche utilitario de color verde, para más señas.

En fin... podríamos seguir con el Mitshubisi "Pajero" o el Seat "Málaga" que en Grecia se cambió por Seat "Gredos", ya que "Málaga" sonaba muy parecido a "malaka", que en griego significa lo mismo, casualmente, que para nosotros el "Pajero".

 

A veces no es que se produzca una confusión por la traducción entre lenguas; es simplemente que la traducción requiere de dos volúmenes escritos de la Enciclopedia Británica para poder expresar lo mismo que el otro te dijo en una palabra. El finés es una lengua que los filólogos llaman aglutinante, o flexo-aglutinante. Esto significa que en lugar de expresar las ideas mediante conjunciones y conectores entre palabras, ellos prefieren aglutinar elementos en una palabra. Algo parecido le pasa al inuit, la lengua de los esquimales. (Ellos se llaman "inuit", porque el término "esquimal", significa algo así como "devorador de carne cruda").

Ahí va un ejemplo de como aglutinar la información en inuit:

"Kaalip Pavia imminit anginirirusinnaannginnirarpaa" que quiere decir "Kaali  dijo que Pavia no podía ser más alto que él".

¡¡Tócate las narices, con el verbo de marras en inuit!!

 

Bueno, al vasco le pasa algo parecido, aunque no tan exagerado: "Casa" se dice "etxe". Y de ahí tenemos "etxea", "la casa". Etxean, en la casa; etxeko, "de la casa".  Bueno, hasta ahora todo sencillo.

Pero también: etxearen, etxearentzat, etxekoarentzat, "para lo de casa"; etxearengandik, "desde donde la casa"...

¡¡Y no empezamos con los verbos para no asustaros!! "lore batzu ekarri zenizkigutenalarik", "mientras que nos habéis traído algunas flores".

¡Buf!  Mientras que nos habéis traido las flores, ¡tío!, casi me muero de la espera!

 

Y ya para ir acabando, recuerda Musafir asombrado, como en el País de Gales, existe un pueblecito que quería potenciar su turismo. Como no había muchos alicientes, a los naturales del lugar les pareció ideal usar el potencial aglutinante de la lengua galesa, y dar más  información en el nombre del lugar:

Así, LLanfairpwullgwyngyll, que ya era largo de cojo**s, se convirtió en el bucólico e interminable:

"Llanfairpwllgwyngyllgogerychwyrndrobwllllantysiliogogogoch" 

Que viene a describir minuciosamente el lugar: "Iglesia de Santa María en el hueco del avellano blanco cerca de un torbellino rápido y la iglesia de San Tisilo cerca de la gruta roja".

Pero si 58 letras os parece mucho, aquí va la palabra usada en alemán, en un documento oficial, más larga que se conoce por el momento:

Rind­fleisch­etikettierungs­über­wachungs­aufgaben­übertragungs­gesetz

El palabro en cuestión hace referencia a una ley de un Land alemán que regula asuntos de salud pública y de alimentación. Se puede traducir por: "Ley sobre la transferencia de las obligaciones de vigilancia del etiquetado de la carne de vacuno y la designación de los bovinos". Ahí es nada.

 

Pero, como parece que cuanto más larga mejor... (no haré ningún comentario al respecto, esperad a la traducción..), aquí tenemos al ganador absoluto, de momento:

85 letras para decir, en lengua maorí:

"Taumatawhakatangihangakoauauotamateaturipukakapikimaungahoronukupokaiwhenuakitanatahu".

O lo que es casi idéntico:

"La cumbre de la colina, donde Tamatea, el hombre con las rodillas grandes, conocido como 'el devorador de tierra', bajó, subió y engulló las montañas, mientras le tocaba la flauta a su amada."

¿Cuanto medía la flauta de Tamatea, entonces...?

 

 

En fin, Musafir, después de tanta letra escrita, y tanto empacho lingüístico no puede más que reproducir aquí un pequeño reto que se plantearon Voltaire y Piron: intentar enviarse dos cartas, en las que expresaran, en latín, la mayor información, con la mínima expresión posible.

Así les quedó el juego:

"Eo rus" le envió Piron a Voltaire. "Me voy al campo".

"i", le respondío a los pocos días Voltaire: "ve"; ganando así la partida.