16 de marzo de 2007

El Cielo Alemán





El valle del Rin, en Alemania, siempre ha sido un lugar extraño y peculiar. En un país donde se reparte la población casi al 50% entre católicos y protestantes, resulta sorprendente pensar que aquí, el Carnaval tiene tanta fama. Ciudades tan aburguesadas y políticamente correctas como Colonia, Bonn, Coblenza, Maguncia y Fráncfort, (mixtas en sus preferencias religiosas), caen, sin embargo, rendidas a los encantos de Don Carnal. Celebración, en principio católica, que por la tradición se ha convertido en la auténtica fiesta grande de toda Renania y el Palatinado.


Día 11, del mes 11, a las 11:11 de la mañana. Ese es el pistoletazo de salida al Carnaval alemán. ¿Quién se puede imaginar que desde noviembre hasta mediados de febrero, la actividad festiva de estas ciudades está gestando, bajo una aparente calma, uno de los desfases más multitudinarios de la vieja Europa?



Musafir visitó la ciudad de Mainz, (Maguncia), la misma tan culta, burguesa y educada, donde Gutenberg publicó por primera vez un libro mediante el invento de la imprenta moderna. Nada durante las Navidades hacía presagiar el rumor de auténtica bacanal romana que se comía a los apacibles habitantes de Mainz por dentro...


Cuatro enormes estandartes con los colores rojo, azul, blanco y amarillo, colocados cada uno en los accesos desde cada orilla al puente sobre el Rín, desde noviembre, ya deberían haber sido suficiente aviso para este navegante.

Pero no fue así...

Inocente Musafir, que no se podía creer que la preciosa estatua que hay en la Schillerplatz y que representa precisamente una alegoría del Carnaval, le estaba mirando con ojos burlones, entre fina filigrana de metal convertida en enanos tocando todo tipo de intrumentos musicales de fantasía, peces, pegasos, unicornios, lunas y estrellas, figuras femeninas enseñando sus pechos, tamborileros... e incluso algunos gnomos con gorro. Gnomos, esos pequeños seres cabroncetes a los que les gusta explorar y hacer rabiar a los humanos de vez en cuando...

No. Al pobre Musafir, los ecos de Mainz y su tan famoso "Rosenmontag", le llegaron después.
El Rosenmontag, equivale al "Mardi Grass" de ciudades como Nueva Orleans. Allí, la fiesta grande es el martes, mientras que en Alemania, la "bacanal" se desencadena durante el llamado "Lunes de las Rosas".
Cientos de miles de personas acogió Mainz durante el carnaval de este año. Mainz no pasa de los 195000 habitantes normalmente, y muchos de ellos son jóvenes universitarios que estudian en la "Johannes Gutenberg Universität". Hay unos 35000 estudiantes matriculados. Y muchos de estos son Erasmus europeos y otros venidos desde todo el mundo. (Especialmente curiosa es la presencia de coreanos y japoneses...)


¿Qué se puede esperar de este coctel explosivo?

En una sociedad donde las normas son tan rígidas y la población aparentemente sumisa, la sola mención de "relajación en las normas" sirve de excusa ideal para provocar el caos: La fiesta de la Carne, en su verdadera magnitud, regada con alcohol y vestida de los colores chillones de las 15 comparsas o "Fastnachtvereine" que recorren un itinerario de 7 km por el centro de la ciudad.
Casi cinco días de locura, que culminan el martes de Carnaval. No hace falta pensar en lugares sensuales como Río, o Tenerife... para encontrar algunas de esas "lindezas" propias del Carnaval.


En la radio del coche iba Musafir escuchando el pasado 19 de febrero, Lunes de Carnaval, que tras el desfase, en Alemania esperaban las consecuencias sobre el mes de diciembre: ¡¡la cantidad de niños que nacen en diciembre!!! -iba narrando la comentarista.
Todo, fruto de la juerga invernal calentada por el vino y la cerveza típicos del valle del Rín...
En fin...

Ahora, ya acabado casi el invierno atípico de suaves temperaturas, Renania vuelve a ensimismarse. Como mucho, unas cervezas, y unos Brezel típicos alemanes. Y de nuevo a esperar a que llegue esa "quinta estación" o¨fünfte Jahreszeit" que volverá puntual el próximo día 11 del mes 11, a las 11:11h.


Tras la resaca propia de la fiesta que afectó a los paisanos de Mainz, visitantes, estudiantes, erasmus y demás personajes, Musafir también va recuperando el aliento, y las coordenadas. El Gran Sur le llama. Y es que, aún no entiende Musafir a estos bárbaros de la frontera del antiguo Imperio Romano. Lo que más le sorprende, es que algo semejante pudiera encontrarlo en esta orilla del viejo Rín.
En esa parte de Europa, que los mediterráneos creemos fría y desangelada todo el año. Con ese perenne color gris que se te tatúa hasta en los huesos.

Gris empedrado impoluto, el de sus calles:
(Musafir no pudo encontrar ni un solo chicle pegado a los adoquines en las paradas del tranvía)

Gris, el ánimo de sus apacibles gentes; que calman sus deseos de emociones fuertes, regalándote una sonrisa de cartón, mientras devoran pasteles tipo "donut" rellenos de mermelada de Johannisbeere, (algo así como grosella roja). Delicioso, por cierto.

Tan gris como la corriente del impresionante Rín, bastante maltratado, y turbio a su paso por la Renania.

Gris, como su lluvia y su húmeda niebla persistentes del invierno, que no levantan ni con el viento del norte.


Así se quedó Musafir. Gris... Como el cielo alemán.