12 de agosto de 2010

El Apolo del Hermitage


Apollo_Belvedere-Hermitage

Diez de la noche. Te preparas. Dentro del pequeño cuarto, apenas algo de luz mortecina. Una bombilla de bajo consumo parpadeante no te permite pintarte con comodidad la raya de los ojos.
Maquillaje; espesas capas de denso producto oleoso de una marca china impronunciable cubre ya tu curtida piel. Brillo de labios; repasas con el lápiz el contorno de la boca. Sugerente. 
Hoy será un gran día. Mejor aún: una noche excepcional.
Una llamada a la puerta. Golpeteo reiterado. Alguien se muestra impaciente tras el contrachapado de la puerta de cartón y láminas de madera de sapelli de imitación.
Sudor mezclado con esencia de jazmín; aroma de un cigarro puro que se cuela entre las junturas del marco. The Boss. El jefe. Te apremia al trabajo.

Las once de la noche.
Sales de tu madriguera. Transformado; brilla hasta tu alma. Falso cristal de roca viste tus lóbulos por pendientes, y envuelve tus muñecas convertido en barullo de baratos abalorios.
Pero tú sueñas; no con subir las escaleras que ya te aguardan, en este antro. Ansías teatros con más caché. Audiencia más culta; más interesante. Menos cuerpo y más mente…
La música machacona, marrón, como siempre. Ese “run run” que resuena en tu garganta. Te excita; te prepara para el éxtasis.
Nadie dirá nada de drogas en este oficio. Tú sólo bailas sobre el escenario; llamémoslo mejor tarima. Con los flashes del láser y la sala oscura, apenas se ven los churretes de mugre que caen por la caja que forma tu pedestal. No eres una escultura griega de mármol en una de las salas del Hermitage.
Aunque te encantaría sucumbir a los flashes de miles de cámaras de japoneses ansiosos de cultura europea. Me corrigen por aquí: ahora los turistas de ojos rasgados son principalmente surcoreanos… bendita globalización.
Abajo, una horda de ojos enrojecidos y dientes blancos, fruto de la luz fosforescente de los focos. Si pudieran morder, ya serías pasto de las pirañas.
Pero estos dientes no son de piraña;

Las cuatro y cuarto de la mañana: la hora del tiburón llega;
Detrás de las columnas, frenesí. Las presas, en el centro de la pista de baile; los cazadores, tiburones experimentados, se comen las sardinas indefensas…
Bailas; “danzas”, como dirían los hispanos de Estados Unidos en ese “spanglish” trufado. Miles de manos pringosas se posan sobre tus piernas; pero tú sonríes. Disfrutas engañosamente.

Las cinco y media de la madrugada.
¡Qué sangría ahí abajo! Ni las escamas de los peces devorados se ven ya.
Alguien dice por aquí detrás que valdrías para el teatro o el cine: allí sí que se miente.
Qué bien se te da interpretar tu papel. Tan tranquilo, ajeno al espectáculo de la sala. Tienes varios números de móvil insertados en tus zapatos. Amor también engañoso concentrado en nueve cifras.
Cuando acabes, puedes alargar la noche con sabor a chicle de fresa hasta el amanecer… Ya lo sabes; ya lo has hecho; y seguirás.

Las siete de la mañana.
Después de ocho horas en aquel tugurio, tus oídos han perdido hoy su dosis diaria de sensibilidad. Te pagan bien, piensas. Pero sabes que en unos años, podrías quedarte literalmente sordo.
Sordo ya lo está tu ánimo. Hay tanto alcohol pulverizado en el aire que no pasarías el test de alcoholemia.
Ya no queda nadie en la pista de baile; ni pirañas, ni tiburones… ni por supuesto, sardinas.
Vuelves por la escalerilla, abajo; tu cuarto espera. La roña que cubre tu rostro ya no es maquillaje. Limpias tu facha ficticia. Por dentro, ya deberías también hacer lo propio. Pero el algodón no te llega al corazón.

Las siete y media de la mañana.
Móvil en mano. Recuerdas ciertos rostros de la sala; mejor dicho: algunos cuerpos de estatua griega, esos sí, pegados a una cabeza.
Nueve cifras para llegar al amor. Sencilla transacción del azar. Eliges el papelito, ¡y listo!
Quince minutos nada más de espera. Ahí lo tienes. Golpean de nuevo a tu puerta. El dueño del seis cero nueve… y seis cifras más ha respondido a tu llamada y desea verte. El que se sentía tiburón allí en la pista, puede dejarse al final devorar… eres un maestro de la pesca sin muerte…

Amor tarificado por segundos, como se les obligó finalmente a las compañías de telefonía.
Te reclinas sobre el sofá; incómodo, pero es lo que hay; Mientras tu amante te roba caricias a la piel, no recuerdas su nombre: ¿movistar? ¿vodafone?, ¿orange? ¿yoigo?…
Amor horizontal; plano; como la barra de la discoteca que te da de comer.
Qué más da el olor a tabaco impregnado en su ropa. O el aliento a JB con cocacola en su boca.
Mañana al mediodía no recordarás nada: “el teléfono marcado esta apagado o fuera de cobertura”.
¿Acaso importará ya que tu adonis nocturno no responda? Él no vive como las esculturas de mármol de tus sueños en el Hermitage. Y tú no habitas en el palacio de Cristal.
Al final caes rendido. El cansancio sí que te seduce sin prefijos ni errores de conexión. Apolo ya se marchó.
A media tarde cuando apenas despiertes, repetirás este ritual absurdo de nuevo:
“Por favor, inténtelo de nuevo más tarde” te repetirás a ti mismo recostado sobre tu sofá de polivinilo azul celeste;
“Por favor, inténtelo de nuevo más tarde”.

Las cuatro y media de la tarde.

“Ha sido imposible realizar la conexión”.
“El teléfono marcado esta apagado o fuera de cobertura”.
“Por favor inténtelo de nuevo más tarde…”
“pii, pii, pii…”

6 comentarios:

zel dijo...

Òstia, com es nota que ja feia dies que no et llegia (perdona'm, no tinc hores sufucients per assaborir tantes bones lectures, i avui m'he guardat per ser aquí)

Saps? No entenc com escrivint com escrius no t'hi dediquis professionalment? o sí? No ho sé, però m'encanto, em sedueix tot, el context, els girs inesperats, el vocabulari, els sentiments, el fora i dins, l'ànima del text...

Torno a llegir, i m'hi perdo gustosa, petons!

Musafir dijo...

Zel, maca, com sempre moltes gràcies per les teues paraules. No sóc escriptor professional, jeje; encara que els comentaris com el teu m'animen, potser m'ho hauria de repensar això, umm.

El Musafir ha passat uns mesos de sequera inspirativa... potser diuen que per a escriure amb passió s'ha de sofrir, no ho sé jo això, jeje.
Ens llegim :)
Petons per tu també.

CAíN dijo...

Hola rey! muchas gracias por interesarte por lo que escribo. Un besito

CAíN dijo...

Por cierto ésta entrada no tiene desperdicio. Me gusta como lo has relatado. sobre todo como van pasando las horas y lo que va sucediendo a lo largo de la noche. Muy ingenioso.

Anónimo dijo...

Hola, Musafir!
Com va tot? Fa mil anys que no sé res de tu. La veritat és que he canviat d'hàbits internàutics i últimament no llegeixo gairebé cap bloc; la feina tampoc no ajuda gaire ;-)
Et volia consultar si encara està activa aquella web que vas fer sobre la sinèrgia: una alumna meva ha descobert que la gaudeix i està buscant-ne informació. Si està activa, me'n pots passar l'enllaç?
Gràcies, Mussafir!
(No sé si sortirà bé el nom, sóc el Giorgio Grappa.)

zel dijo...

Val, ja en tinc prou de venir i no trobar res de nou. Que torni el Mussafir ja!!!!! reclamo!